jueves, 18 de febrero de 2016

El poblado de Villarejo y la ermita de San Juan

Por la tradición oral, y actualmente por documentos de la época, sabemos que  el pueblo se agrandó  en  el siglo XV, quizá no tanto en habitantes como en la extensión de terreno cultivable y de pastos, con la anexión   a la Hoja de Arriba  del terreno que pertenecía a un pequeño poblado o alquería,  que se ha venido llamando tradicionalmente San Juan y que hoy sabemos que se llamaba VILLAREJO. Esa anexión del término de Villarejo al de La Peña fue anterior al año 1500, pues en ese año habían pasado a ser propietarios los herederos de La Peña., como se dice más adelante.

Todavía se pueden ver restos de la  linde medianera que separaba las propiedades de Villarejo y de La Peña  en el Herbatú . La linde iba desde la antigua casa de camineros, por el centro del valle de El Herbatú, más o menos, a la raya de la Vídola en Las Carrasqueras. Todavía se puede ver en el valle una fila de robles por donde decían nuestros antepasados que iba la linde.

 Los propietarios de las fincas del lugar del término denominado San Juan, cuando araban donde se dice que estuvo ubicado el poblado, encontraban diversos fragmentos de vasijas, incluso alguna casi entera, platos, jarras de cerámica, etc. Algunos, todavía hoy,  dejándose llevar de su fantasía, piensan que podría encontrarse algún tesoro oculto por aquellos lugares.
Dice la tradición “que sus últimas moradoras serían dos mujeres mayores y una hija que habría sido secuestrada. Ante la inseguridad personal, solicitaron y obtuvieron la hospitalidad  de La Peña  y decidieron venirse e instalar en el pueblo, dejándole a éste su finca como herencia”. Eso dice la tradición popular transmitida durante generaciones de padres a hijos y que, a fuerza de repetirse, parece que se ha convertido en una verdad admitida por todos.
En los  documentos escritos antiguos, el poblado, caserío o alquería  de San Juan, como dice la tradición que se llamaba, no aparece por ninguna parte. En el mapa de “poblamiento de la tierra de Ledesma del año 1500” no aparece ningún poblado desaparecido cercano a La Peña. Pero  en un elenco de caseríos pequeños, despoblados, enla jurisdicción de Ledesma de ese mismo  año 1500, sí aparece uno llamado Villarejo de La  Peña,  ya sin habitantes ese año, y dice que lo habían adquirido herederos de La Peña, sin decir quiénes eran (16).

Lugares yermos de la tierra de Ledesma en 1500 tomado de Martín 
José Luis y Santiago en “ Historia de Ledesma”


Por otra parte, en el testamento de D. Balthasar Sendín Calderón de 1660 dice: “iten mando a la hermita de San Jnº de Villarexo seis reales para ayuda a reparar por una vez”. El nombre de la ermita es  San Juan, y así lo afirma la tradición, cuya imagen había sido trasladada a  Santa Isabel y, con toda probabilidad, es la  que se halla  actualmente en la ermita.

Sin duda ninguna se refiere al poblado que la tradición decía de San Juan,  pues no se sabe que haya existido  ningún otro allí cerca. Y ese poblado se llamaba Villarejo solamente o Villarejo  de la Peña. En la tradición, sin embargo, se le llama San Juan,  porque la ermita que estaba dedicada a San Juan o San Juanejo perduró  en el tiempo muchos más años que el caserío. Por lo menos hasta 1784, en que el obispado manda llevar la piedra de la ermita en ruinas para reformar Santa Isabel.

En el documento citado de 1500 habla de que la finca pasó a los “herederos de La Peña” sin decir nombres. La tradición dice que” se lo dejaron al pueblo”, dando por entendido que participaron en la herencia todos los vecinos. 

Desde luego, hoy sabemos que  todos  los vecinos  no participaron en la herencia, pues  en 1753, dos siglos y medio más tarde, casi todos los habitantes del pueblo seguían siendo renteros y sólo había tres yugadas y tres cuartos de otra del término que les pertenecían en propiedad.

 Sí se la pudieron dejar los nuevos amos en arrendamiento, o en aprovechamientos de pastos. De los siguientes propietarios, por el momento, nada sabemos ni de cómo  ni cuándo pasó a ser propiedad definitiva de los habitantes de La Peña. Según  una tradición muy arraigada en el  pueblo, anteriormente  se la habrían ofrecido a  Cabeza del Caballo y a Fuentes de Masueco a cambio de seguridad y, ante su negativa a acogerlas, se la ofrecieron a La Peña. 

 La tradición popular dice también que la campana de la ermita de Santa Isabel y la campanilla de las ánimas que se tocaba al oscurecer alrededor de la iglesia, donde se conserva ahora,  habrían pertenecido a la ermita de San Juan. Se dice que la campana la tenían en un roble, junto a la  fuente que estaba en el valle, a la orilla del camino antiguo, hoy finca privada. Algunos dicen también haber conocido el roble  del que estaba colgada.

Campana de la ermita de Santa Isabel de la que dice la tradición que pertenecía a la ermita de San Juan y que estaba colgada de un roble en el valle del mismo nombre

Por el catastro  del Marqués de la Ensenada, realizado en la Peña en 1753, sabemos de los impuestos que debían pagar al señor de Ledesma, el duque de Alburquerque, los habitantes y propietarios de la Peña. Hace una relación de la extensión del término del que dice que tenía 36 yugadas, las mismas que hoy, repartidas entre los distintos propietarios. 

Únicamente los habitantes del lugar tenían tres yugadas y tres cuartos de otra en propiedad, como se ha dicho antes; el resto, es decir, treinta y tres y un cuatro de otra, pertenecían a propietarios de fuera del pueblo: Nueve yugadas y media pertenecían al seminario de Masueco, ocho a Dnª Beatriz Maldonado de Salamanca, yugada y media a una capellanía de Masueco, cinco a la familia Sendín de Villarino, etc. y el resto entre otros propietarios,  también forasteros.

El pueblo tendría aproximadamente unos 350 habitantes, suponiendo que estuvieran habitadas las 86 casas censadas, de las cuales  61  pertenecían a los dueños de las yugadas y solo 25 eran propias de los vecinos del  lugar.

Por la tradición oral del pueblo, sabemos de la presencia de soldados franceses en la Guerra de la Independencia (1808-1812) en el pueblo.

En las redadas que hacían por las casas para llevarse cuanto les apeteciera, entraron en una  que hoy se conserva como corral, frente al campanario de la iglesia y, al ver a una señora sentada  a la lumbre  en un escaño, que todavía se conserva, dando de mamar a su hija, optaron por desistir de sus intenciones y dejar de molestarla. Los hombres del pueblo y la mayoría de mujeres y niños habían huido antes de que llegaran, por miedo, y se habían  refugiado   en el campo.

En la guerra de la independencia de Filipinas de 1898 participaron, junto a otros jóvenes de los pueblos cercanos, dos  soldados de La Peña, llamados Victorino Melado y Pancracio Martín que regresaron a España,  algunos años después de terminar la guerra, enfermos a causa  de las privaciones  y penalidades que habían sufrido allí.

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