viernes, 17 de junio de 2016

El Santo Cristo del Humilladero

Al Oeste del pueblo, en la confluencia  del camino de Fuentes  y el de Masueco  se encontraba en un pequeño altozano la ermita del Santo Cristo, venerada con devoción especial,  tanto  por los habitantes del pueblo como por  los fieles de los pueblos de la comarca.

Era una ermita  pequeña, de planta  cuadrangular de unos cuarenta metros, con el tejado vertiendo a cuatro aguas, construida de piedra. Tenía dos puertas y  una ventanaen el centro  que miraban hacia el pueblo, al Oriente. Digo miraban porque fue derribada en el siglo pasado, hacia el año 6O,  y hoy, en ese lugar, sólo permanecen tres cruces de piedra completas, las bases o peanas de otras dos,  un trozo  de cruz  que se halla incorporado a una pared para evitar que anduviera por allí rodando y algunos restos de su demolición.

Según la enciclopedia Espasa, Humilladero viene de la palabra humillar (“humilliare” en latín). Es un lugar devoto que suele haber en las entradas de las poblaciones, dedicadas generalmente a un cristo, a la Virgen  o a un santo. En otras regiones  reciben otros nombres: “Cruceiros” en Galicia, en Cataluña “ pedró”, en Valencia “ peiró” y en Aragón “ pedró” o “peiró”. Dice el Espasa que los cristianos en la Reconquista, no sólo levantaban iglesias y ermitas, sino también estos “Humilladeros” o “Peirones” en caminos, encrucijadas y promontorios.

Así como humilladero procede de “humillar”, “peiró” o “pedró” viene de Pedro y piedra. Los humilladeros suelen ser lugares religiosos cerrados, como las ermitas, mientras que los “peirones” o “pedrones”, por ejemplo en Aragón, son un baldaquino en forma de quiosco, abierto  por todos sus lados, que sirvió para albergar la “picota” o “rollo”. Según esto, la “picota” sería  lo que definiría al humilladero aragonés.

Otros” peirones” o “pedrones” son monolitos de piedra que se colocaban a las orillas de los caminos como señales indicadoras o en lo alto de los cerros dominando el paisaje. Con frecuencia, estos monolitos estaban coronados con una cruz y se les daba un valor sagrado, denominándolos también humilladeros. En ocasiones se juzgaba allí a los reos o se los exponía para escarnio público.

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