El Libro de cuentas de Las Animas del Purgatorio comienza el año 1770. Ese año es Juan Montes el mayordomo principal. La cofradía tiene rentas de tres casas en el pueblo de las que es propietaria, de un prado y de una cortina en el sitio denominado Las Animas.
El Catastro del Marqués de la Ensenada dice que la cortina linda por delante con otra de D. Antonio Calderón, de Villarino, poniente con otra del Seminario de Masueco, Norte con con otra de D. Juan Agustín Sierra de Salamanca y mediodía con la casa que esta cofradía de las ánimas tiene en ese lugar.
El mismo catastro dice que una de las casas está en el sitio llamado Las Animas, y que linda por delante con Calle Real, poniente y mediodía con cortinas de D. Antonio Calderón y al norte con cortina del Seminario de Masueco. Esta casa la habita Polonia Sánchez y familia y paga quince reales de vellón.
Otra casa tiene la cofradía en el Barrio de Arriba y la habita Francisco Martín y paga quince reales. Por delante linda con Calle Real, poniente con casa del Seminario de Masueco, norte con cortina de D. Alejandro Sierra, presbítero de Pereña, y mediodía con casa de las ánimas de la Cabeza.
Una tercera casa la habita Juan Criado y paga quince reales de vellón. Por delante linda con Calle Real, poniente con cortina de la cofradía de La Cruz, norte con casa de Juan Vicente y mediodía con otra de D. Alejandro Sierra.
En 1777 Manuel Melado pagó de renta por una casa de las ánimas cuatro fanegas de centeno.
El año 1772 Antonio Castilla dejó a las ánimas, por espacio de veinte años, una fanega de centeno. Además recibe rentas por las tierras que tiene en el lugar de Pereña ( no se especifica cuántas).
Tiene, además, un prado propio y una tierra en el término de Pereña, en el sitio denominado Los Molacinos, que dan en renta. Además reciben dinero de ventas de queso, de donaciones y de la venta de cabrillas ( no se dice qué son).
Hasta hace pocos años, en que se hizo la parcelación, las ánimas conservaban un prado cerca del pueblo, probablemente el mismo que tenían en 1770.
Siempre se les tuvo una gran devoción en el pueblo. Era costumbre inmemorial que al oscurecer, después del toque de oración, la familia encargada de tocar las campanas, de cuidar la iglesia y de guardar las llaves, tocara una campanilla pequeña alrededor de la iglesia para recordar a las almas del purgatorio. Los niños que se hallaban jugando en la plaza a esas horas, interrumpían sus juegos y acudían a besar las imágenes que la adornan.
En recuerdo de las ánimas del purgatorio se rezaban siempre tres avemarías al terminar el rosario en las casas y en la iglesia, al toque de oración, al oír la campanilla, y al toque de tres campanadas de la iglesia al amanecer, llamadas del Avemaría. Y a ellas se acudía siempre para solucionar algún problema en la familia, para la curación de las personas y animales y para encontrar las cosas que se perdían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario